‘El Renacido’ no titubea a la hora de mostrar sus cartas. Nada
más empezar el metraje, Iñárritu nos introduce en el epicentro de un torbellino
en forma de batalla, dejando claro al espectador lo que verá durante sus más de
dos horas y media.
Sus cimientos son el plano técnico: nos encontramos ante un
ejercicio de belleza, unas prácticas majestuosas que el mexicano encara con su
habitual pretenciosidad, retorciendo las secuencias y buscando los planos menos
usuales para dejar su seña de identidad. La fotografía es para quitarse el
sombrero, aunque cierto es que teniendo en cuenta el entorno donde se
desarrolla, muy mal tendría que haberse
dado la dirección artística para no sacar partido de ello. El filtro aplicado
es el único que podría irle bien.
Las interpretaciones son muy físicas. No termino de entender
el bombo que se le está dando, cuando no poseen nada de especial. Leonardo DiCaprio
trabaja muy bien, pero como decimos, no se puede decir que tenga una actuación
meritoria. Hombre contra naturaleza. El bueno de Leo sufre mucho, pero la carga
dramática no es tanta. Los personajes están correctamente definidos, pero debido
a un guion simplón y una trama insulsa quedan difuminados por el conjunto.
Cierto es que hay escenas desgarradoras –en todos los
sentidos- pero el fallo durante el tan estirado metraje es que la historia que
nos están contando la hemos visto mil veces. Uno no deja de pensar que está
viendo una suerte de “Kill Bill” con un skin de los bosques de Misuri o “El Último
Superviviente en Misuri”. Cuando termina el visionado, los sentimientos son
encontrados: por un lado la película es bellísima y excelente desde muchísimos
ángulos, pero la historia es tan vacua que el sentimiento es agridulce.
Una comparación no tan absurda sería conducir
un coche destartalado en una autopista de reciente construcción. La vía puede
ser sólida, prestar la comodidad suficiente al conductor y dar un servicio
óptimo, que si el vehículo con el que transitas por ella está defectuoso, el
viaje va a resultar irremediablemente frustrante.
¿Nos encontramos con la película más sobrevalorada en lo que
llevamos de 2016? Sin duda. ¿Recomendamos su visionado? No es una mala
película, pero no es lo que nos venden, ni de lejos. Iñárritu debería plantearse
su manera de hacer películas, aunque primero debería hacer una cura de
humildad.
Como espectador da rabia ver una película magnífica en lo visual y
vacua de enjundia. Y aún da más rabia cuando el film lanza el mensaje constante
de “Qué bueno soy, mira las vueltas que doy. Oh, ¡cómo ruedo! Mira qué bonito
el río.” Compra unas palomitas, ve al cine y ten en cuenta lo que decimos para
ayudarte a elegir.
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